Había un sol
un decoro
una agenda del día.
Había una multitud
un escenario
una exposición.
Escuchaba el discurso de turno
cuando tuve un apretón de tus manos en mi cintura.
Giré al encuentro de tu voz con mi nombre.
Ahí, en un instante devorador
fui yo la expuesta.
Entonces
en un escenario paralelo
desde el mejor altar que he creado
se me incrustó tu mirada.
Recuerdo
que el locutor hablaba del tiempo
cuando ya no lo pude escuchar
porque sentí
la belleza
la frescura
el huracán
de algo así
como una epifanía de amor.
Había un sol
un decoro
una agenda del día
pero lo único trascendente
es que desde ese momento
convivo con un estallido
implacable en mí.